Alguna vez escuché que las cosas siempre pasan por algo. Hace muchos
años esa expresión significaba mucho para mí porque entendía que debía aceptar
lo que me sucedía sin cuestionarlo, que el destino disponía lo que sucedía y
que yo debía aprender a “reaccionar”
ante ello de la mejor manera. Ahora, muchos años después ya no estoy tan segura
eso. El que las cosas ocurran por una razón ahora tiene otro significado y otro
origen. Todo va sucediendo como una consecuencia de lo que yo voy decidiendo a
cada instante, no como algo en lo cual yo no tengo nada que ver. Las situaciones
y los problemas son lo mismo, ambos tienen el mismo origen. Cuando una
situación se vuelve un problema no es por otra cosa sino porque yo no pude
resolver una situación de otra forma y después ha vuelto una carga con una
consecuencia difícil de resolver.
Los problemas son el resultado de nuestras decisiones. Ahora me parece
que todos tenemos nuestros intereses y todos son válidos. Se desea tener una
vida mejor, viajar, un auto, una casa, darle una buena educación, bajar de
peso, tener una pareja, no tener estrés, estar sano, etc. Todos esos son
intereses que mueven la vida de las personas, aunque no siempre se logren. Un deseo,
un interés no representa en sí ningún problema, son aspiraciones que nos
mueven, sin embargo, cuando ese interés requiere que se tomen decisiones para
lograrse, es decir, cuando tener una vida mejor, viajar, un auto, una casa, educación
o bajar de peso requiere que hagamos algo para lograrlo, entonces debemos tomar
decisiones y es cuando las cosas empiezan a complicarse porque alguien puede
ver esa meta como algo muy difícil, de mucho tiempo y decide acortar el camino
tomando decisiones que luego se vuelven un problema. Mentir, corromperse,
violar su propio código de ética para obtener algo a cambio... Es entonces
cuando una situación se complica más y más, hasta que tenemos un gran problema
frente a nosotros y creemos que la meta fue el problema.
Nuestros intereses no son problemas cuando sabemos reaccionar ante ellos
de manera ética. Cuando las decisiones que estamos tomando no son las más
rápidas tal vez, pero son las que nos mantienen tranquilos y con la conciencia
en paz, y la conciencia no es otra cosa que nuestro propio marco ético y de valores que nos van ayudando a decidir
coherentemente con nuestros principios de
vida. Entonces, hay tres cosas importantes que debemos tener en claro para
vivir sin problemas: un marco ético, un código de valores y nuestros principios
de vida.
El marco ético lo encuentras ante decisiones sobre lo bueno y lo malo (tu
moral), a ello le agregas tu razonamiento. Es difícil saber ante qué
situaciones te vas a enfrentar, el punto está en identificar una situación de
este tipo y detenerte unos segundos a pensar: ¿Esto es bueno para mí? ¿Qué
información necesito para decidir qué tengo qué hacer? ¿Alguien más saldrá
afectado por lo que yo decida? Por otro lado, el código de valores también
entra en juego cuando tenemos dilemas acerca de alguna decisión importante. Los
valores los encontramos con las cosas que más nos importan, las de más valor en
nuestra vida: la honestidad, la confianza, la responsabilidad, la verdad, la
felicidad, la tranquilidad, entre otros. Cada uno de nosotros tenemos un código
de valores distinto, con algunas personas compartimos algunos más que con
otros. Cuando los ponemos en juego es porque más de un valor sale a flote y nos
pone a debatir. En esos casos es importante reconocer qué es más importante
para nosotros y cuáles son las consecuencias de una u otra acción, reflexionar
cuáles valores seguirán estando ahí cuando hayamos decidido algo. Debemos preguntarnos:
¿Si decido algo mi honestidad seguirá
ahí? ¿Soy responsable al tomar esta
acción? ¿Me siento tranquila con lo
que hice? Y para terminar tenemos nuestros principios de vida, que tal vez
debieron ser explicados al principio, porque son lo que motiva todo lo demás. Los
principios se van construyendo conforme pasan los años. Van tomando forma con
ayuda de la gente que nos rodea, nuestros padres en primer lugar, hermanos,
familia, amigos cercanos, escuela, etc. Y tal vez ni siquiera nos damos cuenta
cuando ya tenemos un paquete completo de principios que vamos usando todos los
días. Esos principios son tus propios mandamientos, son las bases para que
tengas una vida feliz y coherente contigo mismo. El primer paso para conocerlos
es pensar qué es lo que te hace feliz todos los días, haz una lista de razones
por las cuales vale la pena vivir tu vida y hónrala. Escribe tu código de
valores y también ponlos en práctica con un buen marco ético que te ayude a ser
coherente. Con toda esa claridad raramente tendrás situaciones problemáticas
que vivir. Todas ellas parecerán solo momentos que deberás atender con tus
esquemas de vida y ten por seguro que si eres coherente entre lo que sientes,
piensas, hablas y actúas, no tendrán ningún problema, si es que ellos dependen
de ti.
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