Caminando entre calles por la noche, un día nos topamos con un árbol.
Estaba ahí en medio de la acera soportando el cemento entre su tronco, siendo
rodeado por personas que no volteaban a verlo casi bajo ninguna circunstancia.
La sensibilización que nosotros teníamos desde algunos minutos atrás nos hizo
detenernos y plantearnos su presencia. Miramos primero el casi nulo follaje,
las pocas hojas caducifolias que seguían aferrándose a las ramas, la ternura de
algunas de ellas apenas asomándose entre hojas mayores, muy poco follaje, pero
suficiente, porque entre algunas ramas pequeñas se dejaban ver frutos de
ciruela. Jorge lo miró primero y se detuvo, levantó suavemente su mano derecha,
como para bendecir o ser bendecido por ese ser vivo que estaba frente a él.
Arrugado, alto, rasposo, lleno de bichos circulando entre su corteza, feliz con
sus ramas tiernas. Nos quedamos callados por la llamada de atención que
recibimos del ciruelo. Saludaba amablemente con el movimiento lento y constante
de sus hojas. Poco hay que decir frente a esa sensación y sentimientos. Cómo distinguir
un ser tan milenario frente a ti cuando no dice nada y a la vez lo cuenta todo.
Lo único que logré entender de su fraseo fue “tú y yo somos parientes”. Somos parientes, repitió Jorge, como si
hubiera escuchado mi pensamiento. El ciruelo nos decía que así es como las cosas trascienden las formas iniciales
de vida, se transforman de materia en energía y de energía en materia, lo hacen
de cualquier cosa y entonces cualquier cosa alguna vez fuiste tú y tienes el
mismo origen que el resto del universo. Somos parientes, dijo el ciruelo.
Alguna vez, hace millones de millones de millones de años el ciruelo y yo conteníamos lo mismo, teníamos los
mismos elementos con forma de algo distinto a lo que somos ahora. El ciruelo y
yo compartimos genes, somos parientes. Jorge y yo venimos de ese mismo
parentesco, todos somos en parte árboles y en parte nosotros. Ese árbol alguna
vez también fue una piedra y la piedra fuimos nosotros. Todos somos parientes al
principio y fin de cuentas. Todo lo que hay en este universo contiene los
mismos elementos. No sabemos ahora qué forma tendremos en 50 años, pero podemos
ver claramente qué fuimos hace millones y qué seremos en varios millones más.
Estamos temporalmente con esta forma, pero nos vamos transformando poco a poco
en otra, hasta que llegue el día en que nuestro cuerpo-materia fallezca y tome
la forma de otro ser, que a su vez tomará la forma de algo más y así hasta que
aparezcas un día volviendo a ser quien eres, preguntándote si ya te diste
cuenta que ahora tienes esta forma, pero inevitablemente tendrás muchas otras
más.
alguna ves escuche que el ser humano es la conciencia del universo, de otra manera que estamos haciendo aquí? mientras lo averiguamos me parece que la vida se trata de ayudar a otros a entenderse y cuidarse mientras hasemos lo mismo con nosotros mismos o al menos eso me gustaría que fuera la vida, me facino tu escrito ros justo lo leeo en un momento que mi pensamiento se llena de preguntas profundas. decía mi amigo davit farely que el destino de la materia era ser cristal.
ResponderEliminarMe encanta la idea de ser cristales...
Eliminar